La irresistible tentación de saber todo sobre todos

Desde los tiempos más remotos, el poder ha utilizado el espionaje para obtener información y así conocer los planes del adversario para su propia defensa. « La consecución de la ventaja estratégica por medio de la información para tomar una decisión aparece desde la antigüedad », apunta el historiador Diego Navarro Bonilla. 

La necesidad de información estratégica aumenta a medida que se establece el Estado Moderno en el siglo XVI. « Venecia era el Estado clave en el avance del espionaje y sobre todo en la diplomacia de Estado. Es a Venecia a quién se le atribuye la creación y la formalización de la diplomacia moderna con el establecimiento de delegaciones diplomáticas estables en toda Europa », señala Bonilla. 

El desarrollo de las tecnologías ha permitido con el tiempo refinar los métodos para obtener la información. Gracias al crecimiento exponencial en el ámbito tecnológico, el siglo XX se considerará como el Siglo de los Espías. « La novedad del siglo XX es que se crean unas grandes estructuras que no habían existido antes. No solamente se trata de conocer los planes del enemigo antes de un posible ataque, sino de conocer al hipotético enemigo en todas sus facetas: psicología, economía, política, movimientos de oposición », explica Fernando García Sanz, investigador del departamento de Historia del Centro Superior de Investigaciones Cien- tíficas (CSIC). Según Sanz, « un servicio secreto sirve para garantizar la seguridad del Estado ». 

Sin embargo, las actividades de inteligencia pueden constituir un arma de doble filo. ¿Sirven realmente para mejorar nuestra seguridad o utilizan dicha excusa para controlar nuestros comportamientos, infiltrándose en los más íntimos rincones de nuestra vida privada? ¿Sirven las informaciones recopiladas para perseguir, por ejemplo, a la red al Qaeda y desactivar sus trampas mortales o se utilizan más bien para estrechar el cerco que rodea a los ciudadanos? ¿A quién interesan estos datos? ¿A los gobiernos preocupados por nuestra seguridad o empresas con necesidad de conocer nuestros más íntimos deseos para mejor servir su lógica de consumo y de mercado? ¿Con más sistemas de vigilancia se puede realmente luchar contra el narcotráfico, el terrorismo, las redes mafiosas, la inmigración ilegal? ¿La expansión de redes transnacionales, del crimen organizado a nivel internacional, del terrorismo mundial, de los movimientos migratorios en el mundo, no son en realidad diferentes caras del mismo mal, es decir, la desintegración del concepto de Estado? ¿Tenemos que construir muros más altos, instalar más cámaras, más micrófonos para impedir procesos imparables? 

¿Nos ayudan realmente las tecnologías de espionaje a fomentar mayor seguridad cuando este difuso enemigo se va dotando de estructuras anti-espionaje que hacen aún más difícil su vigilancia? Alain Antil, investigador asociado al Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI) cree que « como en la época de la Guerra Fría, necesitamos un enemigo, necesitamos fabricarlo ». El terrorismo internacional ha sido claramente definido como el nuevo enemigo del siglo XXI desde los terribles atentados del 11 de Septiembre. En esta lucha contra el peligro ya definido, « el no-respecto al derecho internacional y el desarrollo de métodos coercitivos (Guantánamo, Abu Ghraib) chocan profundamente a nuestras sociedades democráticas con una exigencia ética cada vez mayor », destaca Eric Denécé, Director del Centro Francés de Investigación en Inteligencia. 

Antonio Díaz Fernández, historiador, recalca en su libro ‘Los servicios de inteligencia españoles’ que existe un vinculo directo entre las organizaciones de inteligencia con el poder al que sirven: son « policías políticas en los regimenes totalitarios, agencias de seguridad independientes en los autoritarios y servicios de inteligencia en las democracias ». Por ello, « el control parlamentario de la actividad de inteligencia es necesario », insiste Beltrán Gambier, abogado, « ya que siempre hay un riesgo de que lo clandestino pueda dar lugar a comportamientos ilegales, como por ejemplo la interceptación de conversaciones telefónicas sin permiso judicial o las actividades de espionaje sobre partidos de la oposición ». Sin embargo, en una época que habla constantemente de la disolución del Estado como modelo, cabe preguntarse quién tiene el poder en el siglo XXI. Si la información tiene como finalidad ser empleada por un nuevo centro de poder, tal vez habrá que instaurar nuevas salvaguardias para vigilar a los vigilantes. La Clave intentará en este especial responder a las preguntas que uno se puede hacer acerca de los secretos de estas organizaciones encargadas de recopilar información. 

Introducción del número especial sobre los servicios secretos – La Clave